Espurna es Amor

Espurna es Amor

A veces, las mejores cosas suceden cuando menos te lo esperas. Así fue como conocí la fundación: por pura casualidad. Cuando surgió la oportunidad de participar en un voluntariado, mi mente se llenó de miedos y preguntas: ¿Qué podría ofrecer yo a estas personas? Pero ahí aprendí mi primera gran lección, una de muchas que vendrían después. No se trata de lo que uno pueda ofrecerles, sino de todo lo que ellos, los chicos y chicas, tienen para enseñarte.

Para mí, hacer voluntariado es sinónimo de felicidad. Es partir con la certeza de que serán días inolvidables, una apuesta en la que siempre ganas, sin importar lo que hagas. Es una experiencia terapéutica, una oportunidad para salir de uno mismo y entregarse generosamente a las necesidades que surjan, sean cuales sean, pero siempre desde el amor. Es regresar a casa con el corazón lleno, repleto de las personas que has conocido y los recuerdos que jamás olvidarás.

¿Y qué decir del equipo de monitores y voluntarios? Son como pequeñas abejas trabajadoras, incansables en su esfuerzo para que todos vivan una experiencia única. Gracias a ellos, los campamentos se convierten en un espacio donde cada persona puede disfrutar al máximo y llevarse consigo una vivencia inolvidable.

Es maravilloso ver cómo una sonrisa, una palabra de aliento o un pequeño gesto puede iluminar el día de alguien. Aunque al principio piensas que vas a ayudar, pronto te das cuenta de que el impacto es mutuo y que ellos también no solo te transforman, te mejoran.

Cuando la gente me pregunta qué es Espurna a mí solo se me ocurre una única respuesta: Espurna es AMOR.



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